Que la
muerte es una mano fría
Que llama
a tu puerta cuando nadie la espera
Lo
aprendí de niña.
Y me lo
recuerdan los telediarios
A cada
minuto.
Que no
respeta a nadie,
Ni a
niños ni ancianos ni ricos ni pobres
Lo
descubrí una tarde
De la que
habría huido si supiera donde.
Que nunca
nadie está preparado
Ni aunque
tenga cien años, o tan sólo quince.
Y puestos
a pedirle a la vida
Le pediré un espejo
Donde reconocerme
llegado el momento
Para no
abandonar a la niña que fui,
Ni a los
sueños que tuvo.
Que la
soledad no me llegué
Ni aun
cuando la busque
Y que
encuentre una mano
Cuando
cierre los ojos
Para irme
lejos.
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