sábado, 21 de marzo de 2015

21 de marzo, 2015

Hoy, mi vida, y no me preguntes por qué,
me apetece contarte mi historia.
No es mejor ni peor que la tuya,
ni siquiera es una historia especial, 
y tampoco merece ser contada.

Pero que quieres, si hoy llueve 
y ya nadie me aguarda en ninguna parte,
así que sólo queda el recuerdo 
de aquello que soñé ser
y para que negarlo, en lo que nunca me convertí.

Ayer paseaba sola por el parque,
pensando, ya sabes, en los amores muertos,
y venían a mi mente retazos de mi vida,
esa vida a la que sueño cada tarde
y a la que entierro cada noche.

Siempre fui una chica romántica,
o al menos, siempre quise serlo,
aunque ya queden lejos aquellos días
en los que tú puedas llamarme chica,
pero eso, vida mía, eso ya es otra historia. 

Pasan los años y todavía, a ratos, 
me encuentro soñando otra vida,
en otro cuerpo menos cansado y muerto,
y es que últimamente la vida me resulta
apagada y más cercana a un anciano que espera. 

Pese a todo, y no soy de hacer promesas,
te doy mi palabra de que esta primavera
escribiré sueños que te hagan sonreír
al menos quedará el intento
de soñar contigo, cocinar y reír para ti. 



2 comentarios:

Ale dijo...

No dejes de soñar, porque aunque algunos sueños pierdan su razón, nunca habrá razones para que dejes de hacerlo. En los sueños habitan los deseos, y en ellos late la vida. Y siempre es un motivo el vivir :)

Sara dijo...

Tienes razón, a veces se olvida...