Caminaba por el frío parque
una mañana de un diciembre cualquiera,
con la soledad como única certeza.
una mañana de un diciembre cualquiera,
con la soledad como única certeza.
Añoraba los amores que pudieron ser
y no fueron.
Todavía soñaba, a veces,
coger un tren y cruzar medio país
solo para abrazarle.
Le sacudía entonces el miedo
del paso del tiempo,
y escribía apenas unas pocas líneas:
Cómo estás? Te trata bien el norte?
Ojala algún día te vea.
Te mando un abrazo.
Le acechaban las lágrimas
y se adentraba de nuevo
en el frío parque