Ha pasado ya
de largo, los ochenta.
Peina su cabello blanco
un día abundante,
y lo recoge despacio.
Anda cansada,
le duelen los brazos,
y también el alma.
Piensa en cortarse el cabello
para no tener que peinarlo,
y cubrirlo con un pañuelo y
tal vez un carmín en los labios.
Quizás así el espejo devuelva
una imagen amable.
Aquí ya nadie le queda,
fueron partiendo todos
a los que un día quiso.
Y cada día piensa,
cada día sin falta
en romper las normas
y volar con ellos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario