jueves, 3 de febrero de 2011

Ocurre en ocasiones que, en una ciudad gris, llena de gente que va y viene, se convierte en un laberinto de sensaciones, de amores que se ocultan entre las prisas de la gente. Y ocurre a veces también, que detrás de esa sonrisa amable y ese ir y venir diarío, se esconde una gran tristeza, ese miedo a no llegar al final del camino. Que todo termine, y no pueda verle, aunque sea tan sólo un instante, escondida donde nadie pueda verla.

Y así pasan los días, y aunque ni siquiera sabe por qué, ella sonríe, y lo hace desde dentro, desde lo más profundo de su corazón, y no entiende por más que lo intenta, el motivo que hace que al mismo tiempo que llega su sonrisa, se llenen sus ojos de lágrimas, allí, donde nadie la ve, al fondo de ese autobús, camino a ninguna parte.

Y entonces mira a otro lado y piensa en los paseos en la orilla del mar desierta, en ese atardecer de verano, en aquel pueblo de montaña escondido con el que ya nunca sueña. Y piensa que le gustaría llegar a ser una anciana, aunque sinceramente, no cree que eso suceda. Y entonces le gustaría poder recordar una historia de amor que tal vez nunca existió. O que nunca dejó de hacerlo.

3 comentarios:

Ansha dijo...

Como siempre y como nunca...justo en el momento preciso y conciso...que bonita y real historia...como dice Calamaro no se puede cambiar de corazon como de camisa sin perder la sonrisa...que bueno volver y encontrarte.
Un fuerte abrazo desde la otra parte del oceano...he decidido mudarme

Sara dijo...

No me asustes... mudarte? Donde?

Rodolfo Serrano dijo...

Es un poema precioso, como me gustan a mi.